miércoles, 18 de septiembre de 2013

Diez minutos para amarte...

Las luces azules resultan tan tentadoras que al momento en que Oscar pasa por el lugar no logra contenerse y muy seguro de sí mismo, decide entrar. Tras dejarse revisar minuciosamente por tres fortachones, comienza a caminar por un largo pasillo medio iluminado por una tenue luz roja y decorado con imágenes de mujeres desnudas. Es la primera vez que entra a un lugar como este.
      A medida que avanza, el ruido se va haciendo más ensordecedor. Un resplandor lo hace entrecerrar los ojos un instante pero al abrirlos, puede observar a una chica despojándose de su vestido. Sus pechos lucen desproporcionados en comparación del resto de su cuerpo. Cuando pasa frente a ella, lo hace tan cerca, que fácilmente puede distinguir los dos broches que mantienen sujeta una provocativa tanga blanca. Sin desviar la mirada, llega hasta una mesa justo enfrente del escenario y cuando se ha acomodado, otra chica que viste una pequeña faldita y un chaleco sin abrochar –simulando a una vaquera- se acerca a él para ofrecerle algo de beber:

-          ¿Qué vas a tomar manito?
-          Una botella de tequila -responde el muchacho, quien no quita la mirada del cuerpo de Tany mientras ésta se despoja de la tanga.

     Es cierto que Oscar no pierde detalle de lo que sucede pero a diferencia de los demás, parece mantener la serenidad. Durante unos segundos se distrae mirando a un par de chicas que sin turbarse entran al baño para caballeros. Al volver la mirada hacia el escenario descubre que una nueva modelo entra en acción: su vestido azul semitransparente la hace lucir coqueta. En un principio el baile resulta algo tedioso pero al cambio de música, la mujer comienza a recorrer todo el escenario contoneándose vulgarmente y de la misma manera, empieza a desabrochar su vestido para deleite de todos los presentes. Cuando el pedazo de tela cae hasta los tobillos de la mujer, aparece un agraciado tatuaje plasmado en su piel: “¿Qué es eso?” se pregunta él, al tiempo que la chica comienza a exhibir sus senos. La mayoría de los presentes se pone al borde del éxtasis pero Oscar se mantiene serio -lo que llama la atención de la bailarina, quien camina hasta el muchacho y coquetamente le permite admirar mas de cerca el tatuaje-. Él no se impresiona. Ante la falta de respuesta, la mujer le da la espalda y cuando parece que va a alejarse, se detiene para arrancarse la tanga mostrándole obscenamente sus partes más íntimas. Ella le avienta el pedazo de hilo pero Oscar, sin darle importancia, solamente lo coloca encima de la botella que aun reposa virgen sobre la mesa. La muchacha se vuelve a postrar frente a él enroscándose con maravillosa agilidad. Oscar detiene su mirada en el pubis de la chica descubriendo que el vello de esa parte ha sido cuidadosamente depilado dejando plasmada la silueta de un hombre. A diferencia de los demás, Oscar no hace mayor alharaca. La chica se da por vencida al mirar que aquél hombre es como una roca, toma sus ropas y desaparece detrás de la cortina.
     Al quedar vacío el escenario, los pensamientos del muchacho salen del lugar. Por varios minutos permanece lejano de su realidad. No se da cuenta de nada, ni de nadie. Ni se inmuta ante el espectacular baile a ritmo de zamba de una escultural mulata llamada María. Tampoco le da importancia a una rubia regordeta apodada Esmeralda que, con más pena que gloria, apenas alcanza a terminar su número.
     El aburrimiento esta haciendo presa a Oscar quien decide retirarse del lugar. Alzando el brazo, llama a la vaquera para pedirle que lleve a sellar su ticket y mientras espera, la chica del tatuaje llega hasta él saludándolo con un beso en la mejilla. El muchacho sólo sonríe -lo cual es tomado como una señal de invitación para la chica que, sin perder tiempo, se acomoda en sus piernas-. Cuando ella va a iniciar la charla, en el escenario aparece Nancy –una jovencita de piel morena y ojos hermosos que, cubierta con un elegante vestido rojo, comienza una bien montada coreografía-. Oscar parece reaccionar cuando la chica pasa frente a él. El rostro de Nancy le es familiar; está seguro de haberla visto en otro lugar: “¡Ya está! ¡Ella fue mi novia en la secundaria! Pero, no se llama Nancy” comenta emocionado a su acompañante, quien solamente sonríe. Al percatarse que la bailarina se acerca, él adopta una pose de seductor. Cuando su mirada se topa con la de la chica, su corazón comienza a latir con velocidad. Ella lo reconoce y generosamente se para frente a él ofreciéndole su baile. A medida que ella se va quitando la ropa, los recuerdos comienzan a llegar a la mente del muchacho. Nancy se aleja unos instantes lo cual, es aprovechado por Oscar para despedir a la mujer que tiene sentada en sus piernas; ella también aprovecha la oportunidad para pedirle que le regrese la tanga que le dio durante su baile -y que ahora reposa en la bolsa del pantalón del muchacho-. Sin siquiera mirarla, él saca aquél hilo enredado y se lo entrega. Nancy regresa e inmediatamente se tira frente a él para quitarse el sostén: “¡Eso no lo tenías antes!” grita involuntariamente a medida que va admirando aquel par de senos. Nancy sonríe complacida pues toma aquello como un halago. Acto seguido, se acerca más hacia Oscar para invitarlo a que sea él quien la libere de la última prenda. Un corpulento sujeto trata de detenerlo pero la chica hace una señal para que lo dejen llegar hasta ella.

-          Estás muy linda –le alcanza a susurrar Oscar en el oído.
-          Tú no estás nada mal...

     Nancy termina su baile frente al muchacho, tal vez movida por el mismo recuerdo que en esos momentos invade a su viejo amigo: el del primer amor.
     Cuando la chica se despide, Oscar le habla a la vaquera para pedirle que le lleve a Nancy a su mesa: “Nomás que se arregle manito... Ya te arrepentiste ¿ve’a?”. Cinco minutos después llega Nancy. Luce hermosa: “Su mirada sigue siendo bella” piensa el muchacho. Ella lo saluda con un ligero beso en la boca y con un abrazo que dura unos instantes. Luego se miran prolongadamente sin dejar escapar palabra alguna. Una muchacha casi desnuda, se acerca a la chica para recordarle que en ese lugar el tiempo es oro: “Es que cada noche tenemos que conseguir de menos, cinco bailes privados sino vamos perdiendo nuestros privilegios” explica. Un “te amo” es lo único que Oscar puede decir en ese momento para sorpresa de la chica, quien al escucharlo contiene la carcajada al mirar los ojos de su acompañante. Ella entiende la situación. Oscar intenta besarla pero ella lo detiene con su mano: “Paga un privado y allí platicamos” le ordena sutilmente levantando la mano. La boletera –también vestida de vaquera- se acerca rápidamente:

-          Son trescientos pesos por diez minutos –comenta la vaquera mientras escribe algo en un papelito.
-          ¿Cuánto?
-          Trescientos pesos... ¿Qué? ¿Te vas a agarrar?

     Él mira a la chica y resignado saca el dinero. La vaquera se lo arrebata y al mismo tiempo recoge la botella que aun descansa en la mesa y se la entrega al muchacho: “Nomás porque me caíste bien chavo” comenta. Escoltados por un corpulento mesero ascienden por una escalera y llegan hasta una hilera bien distribuida de cuartitos con paredes de tabla-roca y cortinas de tela. En cada uno, sólo hay un banquito. El fortachón cierra la cortina no sin antes darle una nalgada a Nancy, quien simula ofenderse;  luego, se acerca a Oscar para besarlo muy tiernamente: “Yo también te amo... ¿Qué quieres que haga?” susurra, haciendo una voz infantil. El muchacho no responde por lo que ella empieza a desvestirse rápidamente. Cuando ha quedado desnuda, se acerca a él para besarlo apasionadamente. Al cumplirse los diez minutos, se abre la cortina: “Se acabó tu tiempo mano” dice el mastodonte, quien de un solo jalón le arranca a la chica de los brazos. “Otro privado” alcanza a gritar Oscar. El mastodonte lo mira y burlonamente llama a la boletera. La chica regresa y se vuelve a acomodar en sus piernas.

-          ¿Vienes seguido? –pregunta Nancy.
-          La verdad, es la primera vez que entro a un lugar así. Me llamó la atención... Tuve mucha suerte de encontrarte ¿no?
-          Si.
-          No te veía desde que salimos de la secundaria. ¿Por qué no nos seguimos viendo?
-          Porque tú no quisiste, supongo... Yo te estuve esperando como de costumbre por unas semanas pero al entrar a la preparatoria decidí olvidarme de ti. Me costó mucho trabajo superarlo. De hecho, si te acuerdas, nunca terminamos.
-          Entonces ¿seguimos siendo novios?
-          ... lo único que sé es que hasta la fecha tú ocupas un lugar especial en mi corazón. Que nunca he logrado olvidarte, eso también lo sé pero han pasado tantos años que...
-          ...¿quieres que regresemos? ¿Quieres ser mi novia otra vez?
-          Sigo siendo tu novia ¿no? ¿Cuándo me cortaste?
-          Entonces...
-          ¿Quieres otro boletito mi chavo? –interrumpe la vaquera. Son trescientas lucas.

     Oscar entrega el dinero rápidamente y él mismo apresura a la boletera para que salga. Ésta, abriéndose el chaleco, le muestra un poco los senos y cuando va a decir algo, el muchacho la empuja y cierra de inmediato la cortina luego, voltea a ver a la muchacha y se acerca a ella para besarla. Nancy comienza a quitarle la chamarra y posteriormente le desabrocha la camisa: “Te amo” dice ella, mientras toma un poco de aire. A los diez minutos se abre puntualmente la cortina. Sin soltar a Nancy, el muchacho extiende otros trescientos pesos al fortachón y éste, a su vez, se los da a la boletera. Un minuto después, la camisa de Oscar sale volando. Él mismo se baja el pantalón: “¿Quieres ser mi novia otra vez?” pregunta impaciente, recibiendo como respuesta un beso más apasionado. Nuevamente se escucha el correr de la cortina puntualmente: “¿Otro boletito manito?” pregunta la vaquera. Oscar le da el dinero y sin decir nada, mira tiernamente a la chica: “¡Uy manita! Así vas’acabar bien rápido. Ojalá yo me consiguiera uno así... ¿Debes estar bien enamorado ve’a?” pregunta dirigiéndose a Oscar, quien responde moviendo afirmativamente la cabeza. Sin esperar a que salga la boletera, él comienza a besar a la chica. Nancy se escabulle de los brazos del muchacho y se hinca frente a él. Mostrando dotes de habilidad, lo despoja de la truza y comienza a saborear su pene. Los ojos de Oscar se desorbitan de inmediato. Cuando sabe que está a punto de estallar, se retira un poco y ayuda a Nancy a incorporarse. Ésta, se vuelve a tirar en el piso con las piernas abiertas: “¿Te acuerdas de hace doce años?” pregunta ella. Oscar la observa y lentamente se acerca. Apenas alcanza a sentir el calor de aquel cuerpo pero no logra hacer más pues en ese momento, se escucha el correr de la cortina. La boletera y el mastodonte entran a toda velocidad y alejan a Nancy: “Acuérdate manita que aquí no se puede tener relaciones sexuales” comenta la vaquera. Oscar trata de impedir que se la lleven pero no puede evitarlo. Camina hacia donde está su pantalón y ansiosamente busca más dinero pero todo es inútil, su billetera está vacía. Él, con suplicante voz, le alcanza a gritar a Nancy que la ama. Ella le responde de igual modo y mientras camina, por medio un gesto, le indica que la busque abajo. Emocionado, el muchacho se viste apresuradamente y corriendo, baja nuevamente hacia donde está la pista, encontrando a su amada sentada en las piernas de otro hombre. Buscando el modo, Oscar se hace ver por la chica quien se disculpa con su acompañante y sale al encuentro del muchacho.

-          “¿Por qué estás con él?” pregunta indignado Oscar.
-          Es mi trabajo, debes entenderlo para que esto funcione.
-          ...¿entonces?...
-          entonces, ¿qué? –pregunta Nancy fingiendo ingenuidad
-          ¿Somos novios?...  ¿Me amas?
-          ¡Claro!
-          ¿Cuándo nos vemos?
-          Cuando quieras, además, ya sabes donde trabajo...

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