miércoles, 18 de septiembre de 2013

La noche de San Juan..

Noche de San Juan , noche que esconde la magia de los tiempos, se hacen hogueras y se saltan, se quema lo antiguo y se pasa a una nueva etapa.
En la noche de San Juan todo es posible, al menos todo lo sobrenatural, es la noche más corta del año.
En esas horas nocturnas y mágicas, en las que los espíritus salen de paseo se producen fenómenos extraños. Se rinde homenaje al astro que da luz y calor en su día de mayor intensidad. Es un canto al Sol cuyos primeros rayos hay que recibirlos con el cuerpo y el alma purificados por el humo y el rocío de la mañana
La noche de San Juan predispone a creer en todo tipo de leyendas fantásticas, lo mejor es abrir la mente y el espíritu y dejar de ser racional y gozar a fondo con la imaginación y la tradición.
 Era una noche muy calurosa, el sudor bañaba mi cuerpo y el pequeño camisón blanco se pegaba a él como una segunda piel .
A través de  la ventana podía ver  el humo de las hogueras, se escuchaban los cánticos de las gentes que danzaban y saltaban alrededor de ellas.
Yo era muy escéptica con todo el tema de las tradiciones y el creer en fenómenos extraños, por eso había elegido quedarme en casa.
Aquella noche me hizo pensar en lo lejos o en lo cerca que te encontrabas de mi, otra ciudad, otra casa, otro espacio, quien sabe lo que nos separaba, existíamos sin saber nada el uno del otro pero yo te deseaba yo sabía que existías, yo sabía de ti.  Deseé y deseé por un momento estar a tu lado, poder verte, verte solo por un pequeño espacio de tiempo, tocarte lo deseaba tanto... todo en mi interior eran deseos.
Deseé poder tener unas alas a mi disposición y llegar hasta ti.
El  humo de las hogueras cabalgaba por el raso cielo repartiendo deseos entrando por ventanas, puertas y rendijas, se colaba dentro de las casas dando libertad a las ataduras de las imaginaciones.
Sin darme cuenta su olor, su tesitura estaban allí, me estaban  envolviendo y de mi cuerpo empezaron a aparecer unas prolongaciones, largas y llenas de plumas, ¿sabes lo que era? Pues si, eran unas hermosas alas. Podría decir que todo aquello me dejo aturdida o sorprendida quizás, pero no fue así.
Mi deseo seguía allí, yo no tenía ni idea de volar, pero fue de lo más sencillo, solo tuve que pedir otro deseo, si, deseé volar y empecé sorprendentemente a elevarme del suelo y emprendí mi viaje en la noche con la única compañía de mis deseos y las estrellas. Guiada por la luz de la luna llegaría hasta ti.
No se bien el tiempo que duro el viaje ni a donde iba, sólo me deje llevar por aquel deseo de verte. Vi la luna bañándose en el mar, vi las estrellas jugando al esconder entre las nubes, vi la noche, vi los deseos caminar entre ella y te vi.
Allí estaba, aquel deseo me había llevado hasta el balcón de tu casa. Había llegado a ti.
Te observé desde fuera, mientras mis alas desaparecían a mi deseo y entré. Entré dentro de la habitación  y dentro del silencio de tus sueños.
Seguía haciendo calor. Sólo la luz de la luna me permitía verte. Dormías recostado sobre un lado de tu cama, medio desnudo, tapado ligeramente por una fina sabana. Mi curiosidad me llevaba a saber como eras realmente, quería verte entero para recordarte en mis sueños.
Muy delicadamente retiré parte de la sabana; tus brazos y tu dorso quedaron al descubierto. El brillo de la noche se mezclaba con el sudor de tu cuerpo y la luz de la luna hacía más excitante la visión de tu desnudez. Seguí desnudándote, quería seguir viéndote. Tu espalda hacía ver que eras un hombre fuerte. Seguí retirando aquella sabana hasta llegar a ver tu perfecto culo, redondo y duro. Tus curvas estremecieron mi interior, quise tocarte y sentir aquellas nalgas en mis labios, besarlas suavemente pero sentí miedo de que te despertaras.
Después de examinarte minuciosamente y explorar tu cuerpo me tumbe a tu lado. Me deleité observándote mientras viajabas por el mundo de los sueños. Tu respiración acompasada me indicaba que dormías placidamente,  parecía que  soñabas o quizás era que  sentías mi presencia allí. En ese instante maravilloso pude observar como en tus labios apareció una leve y preciosa sonrisa.
Con mi dedo índice empecé a dibujar tu rostro, uno a uno recorrí los rasgos de tu cara, delineé tu nariz, tus orejas y me detuve en tus labios. Labios carnosos que me incitaban a que los besara, pero no quería que despertaras. Seguí dibujando la curvatura de tu cuello hasta llegar a tu hombro, baje por tu brazo y llegue a tu mano. Recorrí uno a uno tus largos dedos, mano que deseaba que me acariciara, mano que deseaba que despertara.
Subí hasta tu axila y baje por tu costado. Anhelaba llegar de nuevo a tu culo, tocarlo, comprobar su firmeza, sentía la necesidad de recordar, recordar cada parte de tu cuerpo para poder seguir soñando contigo.
Acariciando tu costado llegué a tu miembro y me quedé muy quieta observando su dormir, me hubiera gustado despertarlo, pero no. Recorrí con la puntita de mi dedo cada uno de sus pliegues arrugados. Era agradable el tacto de su tez rugosa, sentía sus venas al paso de mi dedo por ellas, lo acaricié en toda su longitud, una y otra vez, mi dedo se paseaba arriba y abajo sintiendo su piel en mi piel. Seguí por tus piernas y llegué a los pequeñísimos dedos de tu pie, los acaricié.
Mientras seguía observándote tuve uno de mis impulsos y te besé. Te di un suave beso , notando la humedad de tus labios en los míos como si me hubieras sentido y temí de nuevo que despertaras, así que decidí que ya habían sido demasiadas emociones para una sola noche y dispuse marcharme.
Me volví hacía el balcón y cuando ya estaba preparada para pensar en mis alas y salir volando oí que te removías en la cama y quise mirarte por última vez .Te habías girado y mirabas hacía mí. Oí tu pensamiento suplicándome por favor que me quedara, que siguiera en tu sueño, no querías despertar aún.
Volví hacía tu cama lentamente, no quería  hacer ruido para no despertar tu sueño y como atraída por un imán me fui quitando el camisón blanco y las braguitas que me cubrían. Me quedé desnuda para ti.
Percibí como tus ojos en la oscuridad de la noche se clavaban sobre mi cuerpo, observando cada rincón de mi desnudez. Descubriste mis pechos, que con el aire fresco de la noche se mostraban firmes y turgentes. Percibiste la olor de la humedad de mi sexo, excitado por las emociones de la noche
Sin decir nada me hiciste un sitio en la cama y recostándome a tu lado empezamos a besarnos con una dulce pasión. Deje tu boca para  ir a tu cuello, lo chupete y lo mordí. Recorrí tu pecho lamiéndolo mientras tu acariciabas mi pelo hundiendo tus dedos en él.
No se bien como llego hasta allí, pero una contracción de tu abdomen y un suspiro de tu boca me advirtió que mi mano se encontraba acariciando tu sexo.
Ahora las sentía otra vez, las venas hinchadas, la rugosidad, quedaban marcadas en la palma de mi mano, aquello me hacia estremecer de placer al mismo tiempo que percibía tus manos bajando suavemente por mis pechos jugueteando con mis pezones. Te deje guiar tu pensamiento hacía mi sexo. Y tu mano siguió bajando hasta encontrarlo. Estaba completamente húmedo y preparado para recibir tus caricias. Me sentía poseída por tu sueño de placer.
Un calor frió recorrió todo mi cuerpo y no pude resistirme más. Cabalgué sobre ti toda la noche, haciendo el amor  y sintiendo como no recordaba que jamás hubiera sentido. Mis manos apretaban tus nalgas, no quería separarte de mí, quería sentir tu placer en mis entrañas, muy dentro de mi. El sudor de la noche  hacia resbalar nuestros cuerpos. Té tenia preso en la noche, en tu sueño, quería tus delicias, quería darte las mías..... mis pechos resbalaban por tu cuerpo, mis pezones jugaban con los tuyos en un frenesí de lujuria. Mis gritos de placer me hacían temer tu despertar. Sentía toda la dureza de tu miembro dentro de mí ,mis nalgas golpeaban tus piernas mientras, tus manos volaban por ellas, por  mis pechos, por mis piernas. Ya no podía aguantar más y comencé a sentir una catarata de placer, un infierno caliente dentro de mí. Nunca había sentido nada igual. Me sentía morir de placer cuando...,  de repente, sin saber como, desperté en mi cama.
Las diez de la mañana. ¿Cómo me he podido quedar dormida tanto tiempo?. De un brinco me incorporé. Mientras avanzaba hacia el cuarto de baño para ducharme con celeridad me despojé de mi camisón y las bragas... las bragas, no llevaba bragas. Me las quitaría para dormir. Di rápidamente al grifo del agua y de mi espalda resbaló una pluma blanca. ¡Dios mío! quizás no fue un sueño.
Desde entonces, todas las noches de San Juan he ido a visitarte. Siempre pasa igual, entro por tu balcón, observo tu cuerpo desnudo y, cuando me dispongo a retirarme me llamas para hacer el amor. Tú nunca has mostrado saberlo. Ni un comentario, ni insinuaciones, nada, pero cuando me levanto al día siguiente, siento una placidez interior y mi pubis húmedo. ¡Ah! y siempre, indefectiblemente, pierdo mis bragas.

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